Si Dios no existe, habrá que inventarlo
Estos días, no paro de preguntarme ¿en qué momento todo
se echó a perder?
Me refiero al amor, al respeto, a la compasión, a la
diferencia del bien y del mal, a la conciencia.
Resulta evidente aquello que dijo Voltaire: “si Dios
no existe, habrá que inventarlo”. Es quizá la respuesta que más se aproxima
a esta reflexión.
Siempre ha habido ídolos para el hombre, eso es
innegable, pero a los inicios de su existencia éste ponía de manifiesto de
manera natural y obvia la necesidad que todo hombre tiene de dependencia hacia
algo que le supera. Era una intuición tan evidente, que junto con la necesidad
de alimentarse, configuraban su tiempo en manifestarla de diferentes modos con
medios que tuvieran a su alcance: el hombre prehistórico con las pinturas,
monumentos funerarios también en la cultura egipcia, en Occidente se
reflexionaba sobre lo invisible dando lugar a la filosofía.
Ya en estas culturas poco a poco se fue afinando en algunos
casos la intuición, según iban creciendo y forjándose las relaciones entre los
hombres, se organizaban las ciudades que fueron desarrollándose hasta convertirse
en las que ahora conocemos.
Dada la importancia que tiene para el hombre, en cuanto
al desarrollo de las necesidades básicas para su propia evolución: espiritual y
biológico (o natural), siempre han permanecido, con pequeñas variaciones, pero
ninguna sustancial.
Una de ellas, son los lugares dedicados al culto y
desarrollo espiritual.
Esta es la manera en la que se ha tejido una historia,
con épocas más o menos pacíficas. Pero hubo un momento, un punto de inflexión
en el cuál el hombre empezó a negar ese instinto natural, decidieron taparlo y
sustituirlo por sus propias capacidades.
La soberbia de no querer someterse a Aquel que vino a dar
respuesta esas grandes preguntas, provocó la negación a la naturaleza y destino
del propio hombre.
Han pasado siglos de aquel punto negro de la historia, y
el hombre ha seguido intentando ocultar el Misterio, poniéndose a él mismo en
su lugar, un ídolo inventado, él mismo se responde todo, sin relaciones, sin
dependencia del otro. No podemos negar que esto ha ido creciendo a lo largo de estos
años y cada vez más rápido.
Así se destruye el amor, la compasión y la esperanza.
Crece la desconfianza, la tristeza; la ansiedad y depresión están siendo las
enfermedades comunes de este siglo. Porque la ruptura del alma, es lo que
provoca.
Comentarios
Publicar un comentario